Existían muchas expectativas, con el renacer del festival de música del Caribe, 29 años después de su ultima edición
El Festival de Música del Caribe siempre fue una gran fiesta de identidad, un encuentro donde los países enviaban su música, su esencia y su cultura. Este año, en cambio,su regreso fue un evento sin alma, sin promoción y, lo más preocupante, sin la magia que lo hizo grande.
Increíble que, en un puente festivo con ocupación hotelera al 100%, Cartagena tuviera un evento de esta magnitud sin afiches, sin promoción internacional, sin conexión con el sector turístico. ¿Dónde estaba la Corporación de Turismo? ¿Dónde estaba la Secretaría de Turismo? ¿Dónde la empresa privada?
De patrocinadores de peso a estrategias vacías
Antes, el festival contaba con grandes aliados como Avianca, Coca-Cola, Hotel Caribe, Caracol Televisión y Telecaribe. Hoy, se pretende llenar los escenarios con “influencers” y “creadores de contenido”, como si su simple presencia garantizara éxito. Grave error.
Muchos de estos llamados “influencers” no pesan en la promoción de un espectáculo. La gente ya distingue entre contenido de valor y el relleno que abunda en redes. Un festival no se posiciona con tendencias pasajeras ni con videos vacíos. Los grandes eventos del mundo no dependen de likes, sino de estrategias serias, medios de comunicación con credibilidad y alianzas sólidas.
Sin liderazgo, sin visión
Más allá de los organizadores, no hubo un liderazgo claro. Antes, la organización trabajaba todo el año en relaciones diplomáticas con los países caribeños para garantizar la presencia de sus mejores artistas. Hoy, en cambio, el festival pareció un evento improvisado.
En su historia, Cartagena ha sabido manejar eventos de talla internacional con voluntarios, donde se existía la presencia de universitarios una estrategia clave en la logística y en la apropiación del evento. Aquí, ni eso se vio.
Un Festival de Música del Caribe sin un recorrido por sus raíces, sin recordar lo que dice Francisco Zumaqué, simplemente no es un festival del Caribe:
“Jamaica nos trajo el reggae, Trinidad nos da el calipso,
de Cuba la rumba y el son, y la bomba Puerto Rico.”
Pero esta vez, no hubo multiculturalidad. En su lugar, vimos un evento plano, con artistas que parecían actuar sin dirección. Diblo Dibala, por ejemplo, hizo una presentación más propia de un funeral que de una fiesta. ¿Dónde estaba la dirección artística?
Un balance necesario
No se trata de culpar a los organizadores, pero Cartagena merece respuestas. Ojalá el Concejo Distrital abra un debate serio sobre cómo se invirtieron los recursos, cuál fue el impacto real del festival y qué ajustes se deben hacer.
Cartagena no necesita eventos improvisados. Necesita festivales con identidad, bien organizados, con apoyo de la empresa privada y el sector turístico.
Si no se hacen ajustes urgentes, el Festival de Música del Caribe seguirá siendo un eco vacío de lo que alguna vez fue. Creyeron que se las sabían todas, pero al final les cambiaron las preguntas.
Por HEGEL ORTEGA