El joven torpedero de los Florida Marlins, grababa su nombre en la historia deportiva de su país
Por Hegel Ortega Madero. – El 26 de octubre de 1997, Colombia celebró un logro histórico. Por primera vez, uno de sus hijos se convertía en campeón de la Serie Mundial, el evento de béisbol más querido por los norteamericanos. Con solo 21 años, Édgar Rentería, el joven torpedero de los Florida Marlins, grababa su nombre en la historia deportiva de su país.
Ese año, el equipo de los Marlins, una mezcla de veteranos y promesas, enfrentó en la Serie Mundial a los Cleveland Indians. Después de seis juegos intensos, la serie llegó al límite: el séptimo y último juego en el Pro Player Stadium de Miami. Con el marcador empatado, el juego se extendió hasta la undécima entrada, cuando la presión en el estadio era palpable y cada jugada parecía un duelo de vida o muerte.
Entonces llegó el turno de Rentería. En el reloj del estadio, las manecillas marcaban las 00:06 del lunes 27 de octubre cuando el joven colombiano se dirigió al plato. “El niño”, como lo llamaban los locutores, tenía sobre sus hombros la esperanza de un equipo y de su país. Frente a él estaba Charles Nagy, el lanzador de los Indians, y alrededor de ellos, miles de fanáticos sostenían la respiración.
Rentería había dejado pasar un primer strike. Pero cuando Nagy lanzó el siguiente envío, un slider, Rentería supo que era el momento. Conectó una línea al jardín central y empezó a correr como loco mientras la pelota pasaba a la izquierda de Nagy, fuera de su alcance. La bola aterrizó y Craig Counsell, quien esperaba en tercera base, corrió al plato anotando la carrera que sellaría la victoria de los Marlins.
En la cueva, Gary Sheffield, la estrella del equipo y “padrino” de Rentería, gritaba “¡ganamos!” mientras abrazaba a su compañero Kurt Abbott. Abbott, recordando el momento, comentó: “Rentería siempre batea en el momento justo”. Y, entre la emoción de la celebración, surgió una anécdota inolvidable.
Ricardo “Richie” García, uno de los entrenadores de los Marlins, recordaba cómo al terminar el juego se acercó a Rentería y le dijo: “Es como si estuvieras destinado para este momento, hijo. Esto es historia, y tú la acabas de escribir.” Aquella frase, capturada en el bullicio de la victoria, sellaba el reconocimiento de que el joven colombiano había dejado su huella en el béisbol.
La gloria de esa jugada, que quedó grabada en la historia, no solo fue un triunfo en el campo, sino una lección de perseverancia y talento.