El ascenso de Real Cartagena no es solo un objetivo deportivo; es una responsabilidad que los accionistas no pueden ignorar
Por Hegal Ortega Madero
Real Cartagena se encuentra en un momento decisivo: depende de sí mismo para lograr el ascenso, pero el camino exige ganar los tres partidos que le quedan. Dentro de ese reto, uno de los mayores obstáculos parece venir no de la cancha, sino de la falta de compromiso real de quienes ostentan el poder y control del equipo. Los llamados máximos accionistas han mantenido, desde el inicio, una actitud distante y conformista, refugiándose en excusas, en lugar de demostrar una verdadera ambición por llevar el equipo a la Primera División.
Primero, se escudaron en las deudas adquiridas con los anteriores dueños, los Rendón y Edison Garcés, afirmando que su prioridad era sanear las finanzas. Luego, argumentaron que no contaban con los recursos necesarios para sostener un equipo en la máxima categoría. Sin embargo, la llegada de figuras como Dumek Turbay y Yamil Arana ha revitalizado al equipo, trayendo a estrellas como Teófilo Gutiérrez, Cristian Marrugo, Sebastián Viera y otros jugadores de renombre. Estos refuerzos han devuelto la esperanza a una afición que merece ver a su equipo peleando en las grandes ligas, y a una ciudad como Cartagena, con una historia y una relevancia que merecen respeto y reconocimiento.
A pesar de ello, seguimos viendo a los directivos de Real Cartagena escondidos, como si no quisieran que el equipo ascienda. ¿Temen acaso que el ascenso implique un compromiso que no están dispuestos a asumir? No es momento de titubeos ni de esperar resultados desde la comodidad. La hinchada ha mostrado su lealtad, el periodismo ha respaldado cada paso, y la historia exige determinación.
Desde el 2012, el equipo ha permanecido en una suerte de condena. Técnicos y jugadores han ido y venido, algunos de ellos sin aportar ni un destello de calidad, otros, que sí demostraron su valía, terminaron marchándose sin explicación. A estos movimientos erráticos se han sumado decisiones directivas que no han hecho más que reafirmar la percepción de que Real Cartagena está dirigido sin una verdadera intención de crecimiento.
Este es un llamado directo a los señores Helm, Renato y Rodrigo Rendón: Cartagena es una ciudad que merece un equipo en la élite, que no merece convivir un día más con la mediocridad. Queremos un ascenso decidido, y si los dirigentes no creen en esta meta, entonces emplazamos públicamente a que lo digan. Basta de hipocresías. Ha llegado el momento de que cada uno dé la cara y responda ante una hinchada que ha puesto todo de su parte y que se niega a seguir en una categoría inferior.
El ascenso de Real Cartagena no es solo un objetivo deportivo; es una responsabilidad que los accionistas no pueden ignorar. Como hombres de fútbol, ellos entienden el lenguaje de este deporte y saben lo que significa comprometerse con una meta tan crucial. Si el equipo no asciende, el peso de esa decepción caerá tanto en los jugadores como en una dirigencia que, desde la sombra, podría estar actuando en contra del sueño de toda una ciudad.