Al conmemorar el Mes del Periodista Deportivo, recordamos a Juan Gossaín como un maestro que dejó una huella indeleble en el periodismo colombiano. Su legado inspira a buscar la verdad, a contar historias con humanidad y a nunca olvidar el impacto que pueden tener en la sociedad
Lo primero que hizo Kid Pambelé con los cinco mil dólares que le pagaron en Panamá por la pelea en la que ganó el campeonato mundial fue comprarse un colchón doble ancho de resortes y mandarse a poner un diente de oro. Este acto, aparentemente simple, encerraba una profunda historia de sueños, aspiraciones y una vida marcada por la lucha.
Un Diente con Historia
El diente de oro de Pambelé tiene su origen en la infancia del boxeador. Cuando era solo un niño pobre vendiendo cigarrillos de contrabando en las calles de Cartagena, en el barrio de Chambacú, vivía cerca de un embolador llamado Pedro Cañate. Este hombre, siempre orgulloso, alardeaba de dos cosas: su novia blanca que había conquistado en la galería del Teatro Padilla y su deslumbrante diente de oro, grabado con sus iniciales en letras mayúsculas.
El diente de Cañate representaba un símbolo de poder y bonanza en un vecindario donde la pobreza era la norma. Nadie en Chambacú envidiaba tanto a Cañate por su novia como por su diente, que brillaba con intensidad cada sábado por la noche, cuando las canciones de Daniel Santos amenizaban los bailes en plena calle. Al verlo, Antonio Cervantes, el futuro Pambelé, se hizo un firme propósito: “Cuando consiga plata, me pondré un diente de oro”.
De la Lucha a la Gloria
La vida de Pambelé dio muchas vueltas. Pasaron doce años, en los que el vendedor de cigarrillos recorrió los pueblos costeños, ganándose la vida a trompadas. Hasta que una noche de octubre, con los ojos brillantes mirando a su contendor, soltó la mano izquierda, tumbó a Frazer, y en medio del estruendo de la muchedumbre se acordó de su sueño: el diente de oro.
En los primeros días de noviembre, convertido en campeón mundial, Kid Pambelé entró al consultorio de un dentista venezolano. Se hizo extraer el colmillo superior derecho y le colocaron un casquete de oro, exacto al que había utilizado Pedro Cañate para deslumbrar a las mujeres de Chambacú. En la parte interior, grabaron sus iniciales: A.C.R.
Un Nuevo Comienzo
Luego vino la compra del colchón, un símbolo de la nueva vida que Pambelé estaba construyendo. Vivía en Caracas con una mujer que le brindó paz, junto a tres hijos que llenaron su hogar de alegría y tranquilidad. Antes de la pelea en Panamá, no tenían dinero suficiente para comprar una cama doble, por lo que debían dormir en camas separadas. Sin embargo, con su triunfo, esas noches de separación se convirtieron en recuerdos, y el colchón de resortes se transformó en un símbolo de sus nuevas oportunidades.
Hoy, al conmemorar el Mes del Periodista Deportivo, recordamos a Juan Gossaín como un maestro que dejó una huella indeleble en el periodismo colombiano. Su legado inspira a los periodistas de hoy a buscar la verdad, a contar historias con humanidad y a nunca olvidar el impacto que pueden tener en la sociedad.
En un mundo donde la información fluye rápidamente, el trabajo de Gossaín nos recuerda la importancia de la narrativa en el periodismo deportivo. Su capacidad para entrelazar el deporte con la cultura y la sociedad es un legado que sigue vivo, invitando a todos a contar historias que resuenen en el corazón de los lectores. En este mes de celebración, honramos a Juan Gossaín no solo como un periodista, sino como un verdadero cronista que elevó el periodismo deportivo en Colombia a nuevas