Nos prometieron caminar sobre el agua. Pero el fútbol, como la verdad, se sostiene con hechos, no con milagros
Por Hegel Ortega Madero – Periodista deportivo cartagenero
Nos prometieron caminar sobre el agua. Pero el fútbol, como la verdad, se sostiene con hechos, no con milagros.
Jaguares 2 – Real Cartagena 0.
Dos goles del Topo Rentería, uno al 48’ y otro al 66’. Un error grosero de Ignacio Artola y una defensa pasiva fueron la puerta de entrada a la gran final para los de Montería. El Real, mientras tanto, se ahogó en su propia mentira.
En Montería no se jugó solo un partido. Se cayó la careta. La puesta en escena. El show mediático que durante meses intentó disfrazar con luces, banderas y promesas mesiánicas la profunda pobreza táctica, anímica y estructural de un equipo sin alma.
Nos vendieron la idea de que este equipo podía caminar sobre el agua. Que llenar el estadio, gritar, marchar y raparse la cabeza era suficiente para llegar al ascenso. Pero el fútbol no responde a lo simbólico cuando no hay sustancia. El fútbol castiga la improvisación y premia el trabajo. Y eso lo entendió Jaguares, que sin farándula ni aspavientos, jugó con seriedad, compromiso y humildad.
El Real Cartagena fue la antítesis de lo que representa esta ciudad: un plantel desconectado de su historia, sin carácter, sin sentido de pertenencia. Jugadores incapaces de resistir la presión, dirigidos por un entrenador absolutamente superado por las circunstancias. Lo más triste es que no pasará nada. Porque aquí, tristemente, nada pasa.
Sigan llevándolos al Hotel Caribe a engordarlos. Sigan prometiéndoles cortes de pelo si ganan. Sigan mojándose los labios en la zona mixta. Aquí todos se creen apóstoles, pero nadie camina sobre el agua.
La culpa no es solo de los jugadores y el cuerpo técnico. También es de quienes decidieron actuar como cómplices. De quienes transformaron el periodismo en un club de fans. De los que aplauden en vez de cuestionar. De los que creen que tratar al futbolista con rigor es pecado.
También de quienes vinieron de afuera, los corsarios del periodismo nacional, a vendernos la Champions en versión pirata. De compañías que llegaron a hacer shows como si estuviéramos en Wembley, mientras los de aquí —los que hemos estado desde el principio— fuimos marginados, discriminados, ninguneados.
Y por eso también es momento de hablar con claridad sobre el periodismo. Fuimos nosotros, los periodistas del Caribe, los primeros en sentarnos frente a la televisión para contarle al país las gestas de Pambelé, Rocky Valdez, Happy Lora y nuestros 47 campeones del mundo. Aquí nacieron las grandes crónicas de boxeo, de béisbol, de lucha, de hazañas populares.
Que nadie venga ahora a insinuar que los que tienen los derechos televisivos saben más o tienen más carácter que quienes informamos desde esta esquina del país. La diferencia no es el conocimiento, es el respaldo que tienen detrás. Pero algo sí está claro: nunca seremos lagartos, ni nos pondremos la camiseta de los forasteros.
Aquí, en Cartagena, estamos listos para el debate. Para mirarlos a la cara y demostrar que lo nuestro no es farándula ni flash. Lo nuestro es identidad, historia y verdad. Porque en el Caribe, el periodismo no nació para aplaudir: nació para contar lo que duele y lo que importa.
Este equipo no representa a Cartagena. Cartagena es la ciudad de Pambelé, del béisbol campeón, de la épica, del honor deportivo. Es la ciudad que no se rinde, que no se vende, que no claudica. Y por eso duele tanto ver cómo nos convierten en una caricatura con camiseta amarilla.
Ya no queremos humo. Ni cánticos vacíos. Ni influencers gritones. Queremos un proyecto serio, profesional, con jugadores comprometidos y técnicos capaces. Con dirigentes que no usen el club como trampolín. Y con periodistas que entiendan que el deber es con la verdad, no con el show.
Hagamos el debate. Abramos los micrófonos. Que hablen los barrios, los que hacen la fila para entrar al estadio, los que sufren en la tribuna. La hinchada tiene derecho a exigir. Y Cartagena tiene el deber de no resignarse.
Porque aquí nadie camina sobre el agua.
Aquí se gana con trabajo, con respeto, con fútbol.
Y Cartagena, más que un milagro, necesita un equipo que la represente con dignidad.